Nombre Equivalente griego Función, características Atributo
Júpiter Zeus Padre de dioses y de hombres, soberano de las alturas, el que administra la Justicia, lanza el rayo y amontona las nubes. El águila, el rayo y el cetro.
Juno Hera Reina de los dioses, protectora del matrimonio y de la familia. El pavo real y la corona.
Neptuno Poseidón Dios del mar, de los caballos y de los terremotos. El tridente y el carro.
Minerva Atenea Diosa de la inteligencia y de la guerra justa, protectora de las instituciones políticas, de las ciencias y de las artes, patrona de los artesanos. El casco, el escudo, la lanza, el olivo y el búho.
Marte Ares Dios de la guerra destructiva y de la lucha. La espada, el escudo y el casco.
Venus Afrodita Diosa del amor y la belleza. La paloma, el espejo y la concha marina.
Apolo Apolo Dios de la luz, de la poesía, de la música, de la profecía y de la medicina. La lira, el arco y la flecha.
Diana Artemisa Diosa de la virginidad, de la caza y de la luna. La luna, el arco de plata, la flecha y el carcaj.
Mercurio Hermes Dios del comercio, protector de los caminos y guía del viajero. El Pétaso, el caduceo, las sandalias aladas y el bolso.
Baco Dioniso Dios del vino y de la danza, inspirador del delirio y el éxtasis. El tirso.
Vulcano Hefesto Dios de los volcanes, de los incendios y de la herrería. El yunque y el martillo.
Plutón Hades Dios de la muerte, señor del Inframundo. La corona de ébano, el trono de ébano y el carro tirado por cuatro caballos negros.
viernes, 24 de febrero de 2012
Dioses nativos romanos e itálicos
Las prácticas rituales romanas de los sacerdotes oficiales distinguían claramente dos clases de dioses: los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses originales del estado romano (véase Di indigetes), y su nombre y naturaleza están indicados por los títulos de los sacerdotes más antiguos y por las fiestas fijas del calendario. Los novensides eran divinidades posteriores cuyos cultos fueron introducidos en la ciudad en el periodo histórico, normalmente en una fecha conocida y como respuesta a una crisis específica o necesidad percibida.
Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran invocados junto con la deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se manifestaba en formas altamente especializadas.
El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.
A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.
Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran invocados junto con la deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se manifestaba en formas altamente especializadas.
El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.
A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.
Mitología Romana
La mitología romana, es decir las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en préstamos completamente nuevos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y cúltica, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.
NATURALEZA DE LOS ANTIGUOS MITOS ROMANOS
Los romanos no tenían relatos secuenciales sobre sus dioses comparables a la Titanomaquia o la seducción de Zeus por Hera, hasta que sus poetas comenzaron a adoptar los modelos griegos en el último lapso de tiempo de la república romana. Sin embargo, lo que si tenían, era:
* Un sistema muy desarrollado de rituales, escuelas sacerdotales y panteones de dioses relacionados;
* Un rico conjunto de mitos históricos sobre la fundación y auge de su ciudad por parte de actores humanos con ocasionales intervenciones divinas.
[editar] Mitología antigua sobre los dioses
Altar de los doce dioses del Panteón Romano. Museo del Louvre
El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor (cosecha), Convector (transporte), Conditor (almacenaje), Insitor (siembra) y varias docenas más.
Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y humanos.
La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.
NATURALEZA DE LOS ANTIGUOS MITOS ROMANOS
Los romanos no tenían relatos secuenciales sobre sus dioses comparables a la Titanomaquia o la seducción de Zeus por Hera, hasta que sus poetas comenzaron a adoptar los modelos griegos en el último lapso de tiempo de la república romana. Sin embargo, lo que si tenían, era:
* Un sistema muy desarrollado de rituales, escuelas sacerdotales y panteones de dioses relacionados;
* Un rico conjunto de mitos históricos sobre la fundación y auge de su ciudad por parte de actores humanos con ocasionales intervenciones divinas.
[editar] Mitología antigua sobre los dioses
Altar de los doce dioses del Panteón Romano. Museo del Louvre
El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor (cosecha), Convector (transporte), Conditor (almacenaje), Insitor (siembra) y varias docenas más.
Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y humanos.
La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.
viernes, 17 de febrero de 2012
Evolución del latín: latín vulgar
Latín vulgar (en latín, sermo vulgaris) (o latín tardío) es un término que se emplea para referirse a los dialectos vernáculos del latín hablado en las provincias del Imperio romano. En particular, el término se refiere al período tardío, que abarca hasta que esos dialectos se diferenciaron los unos de los otros lo suficiente como para que se les considerase el período temprano de las lenguas romances. La diferenciación que se suele asignar al siglo IX aproximadamente.
Ya en el ámbito de la gramática, habría que destacar los siguientes fenómenos: en el sistema verbal, la creación de formas compuestas (normalmente mediante la combinación de habere con el participio pasado de otro verbo) paralelas al paradigma sintético ya existente; y la construcción de la pasiva con el auxiliar ser y el participio del verbo que se conjuga (el francés y el italiano también emplean ser como auxiliar en los tiempos compuestos de verbos de «estado» y «movimiento»).
Los seis casos de la declinación latina se redujeron y posteriormente se reemplazaron con frases prepositivas (el rumano moderno mantiene un sistema de tres casos, tal vez por influencia eslava; hasta el siglo XVIII también algunas variantes romanches de Suiza tenían caso). Si en latín no había artículos, los romances los desarrollaron a partir de los determinantes; son siempre proclíticos, menos en rumano, lengua en la que van pospuestos al sustantivo.
En cuanto a los demostrativos, la mayoría de las lenguas románicas cuenta con tres deícticos que expresan «cercanía» (este), «distancia media» (ese) y «lejanía» (aquel). Sin embargo, el francés, el catalán y el rumano distinguen sólo dos términos (uno para «proximidad» y otro para «lejanía»). El género neutro desapareció en todas partes menos en Rumania y Galicia. El orden sintáctico responde a la libre disposición de los elementos en la oración propia del latín. Aun así domina ordenación sintagmática de sujeto + verbo + objeto (aunque las lenguas del sureste permiten mayor flexibilidad en la ubicación del sujeto).
Ya en el ámbito de la gramática, habría que destacar los siguientes fenómenos: en el sistema verbal, la creación de formas compuestas (normalmente mediante la combinación de habere con el participio pasado de otro verbo) paralelas al paradigma sintético ya existente; y la construcción de la pasiva con el auxiliar ser y el participio del verbo que se conjuga (el francés y el italiano también emplean ser como auxiliar en los tiempos compuestos de verbos de «estado» y «movimiento»).
Los seis casos de la declinación latina se redujeron y posteriormente se reemplazaron con frases prepositivas (el rumano moderno mantiene un sistema de tres casos, tal vez por influencia eslava; hasta el siglo XVIII también algunas variantes romanches de Suiza tenían caso). Si en latín no había artículos, los romances los desarrollaron a partir de los determinantes; son siempre proclíticos, menos en rumano, lengua en la que van pospuestos al sustantivo.
En cuanto a los demostrativos, la mayoría de las lenguas románicas cuenta con tres deícticos que expresan «cercanía» (este), «distancia media» (ese) y «lejanía» (aquel). Sin embargo, el francés, el catalán y el rumano distinguen sólo dos términos (uno para «proximidad» y otro para «lejanía»). El género neutro desapareció en todas partes menos en Rumania y Galicia. El orden sintáctico responde a la libre disposición de los elementos en la oración propia del latín. Aun así domina ordenación sintagmática de sujeto + verbo + objeto (aunque las lenguas del sureste permiten mayor flexibilidad en la ubicación del sujeto).
Consonantes
Consonantes
Las consonantes f, k, l, m, n, p, r, s se pronunciaban como en castellano. La b, d, g eran siempre oclusivas sonoras. La c se pronunciaba como [k] en todas las posiciones. El dígrafo qu correspondía en latín tardío a [kw] (en latín arcaico seguramente era una labiovelar [kw]). La letra v era una variante escrita de u; representaba a semiconsonante [w], que en latín hablado se pronunciaba como [β].[cita requerida] Este sonido luego se reforzó en [b] inicial en algunos dialectos occidentales y en [v] en la mayoría de Romania. La x tenía el sonido [ks], como en éxito. La z originalmente no formaba parte del alfabeto latino y aparecía solamente en algunos préstamos griegos y correspondía, al principio, al sonido [dz] como en la palabra italiana pizza, luego terminó fricativizándose en [z].
No se sabe con certeza la pronunciación exacta de la s latina. Teniendo en cuenta que era la única sibilante en el sistema consonántico latino, muchos lingüistas consideran que tenía un sonido intermedio entre [s] y [ʃ]. Esta podría corresponder con la realización apicoalveolar o predorsodental de /s/. Algunos han propuesto que en muchas lenguas con una única sibilante el alófono principal de /s/ es apicoalveolar, ya que no existe la necesidad de distinguirlo de otro fonema que sería la [ʃ]. Por eso se ha conjeturado que la /s/ de latín podría ser apicoalveolar (aunque existe lenguas con una sibilante donde la /s/ no es apicoalveolar, por ejemplo el español de América). Quizás este hecho sea el origen del rotacismo intervocálico latino en palabras como flos > flores (< *floses).
Las consonantes f, k, l, m, n, p, r, s se pronunciaban como en castellano. La b, d, g eran siempre oclusivas sonoras. La c se pronunciaba como [k] en todas las posiciones. El dígrafo qu correspondía en latín tardío a [kw] (en latín arcaico seguramente era una labiovelar [kw]). La letra v era una variante escrita de u; representaba a semiconsonante [w], que en latín hablado se pronunciaba como [β].[cita requerida] Este sonido luego se reforzó en [b] inicial en algunos dialectos occidentales y en [v] en la mayoría de Romania. La x tenía el sonido [ks], como en éxito. La z originalmente no formaba parte del alfabeto latino y aparecía solamente en algunos préstamos griegos y correspondía, al principio, al sonido [dz] como en la palabra italiana pizza, luego terminó fricativizándose en [z].
No se sabe con certeza la pronunciación exacta de la s latina. Teniendo en cuenta que era la única sibilante en el sistema consonántico latino, muchos lingüistas consideran que tenía un sonido intermedio entre [s] y [ʃ]. Esta podría corresponder con la realización apicoalveolar o predorsodental de /s/. Algunos han propuesto que en muchas lenguas con una única sibilante el alófono principal de /s/ es apicoalveolar, ya que no existe la necesidad de distinguirlo de otro fonema que sería la [ʃ]. Por eso se ha conjeturado que la /s/ de latín podría ser apicoalveolar (aunque existe lenguas con una sibilante donde la /s/ no es apicoalveolar, por ejemplo el español de América). Quizás este hecho sea el origen del rotacismo intervocálico latino en palabras como flos > flores (< *floses).
Sintaxis
Sintaxis
El objeto de la sintaxis es organizar las partes del discurso de acuerdo con las normas de la lengua para expresar correctamente el mensaje. La concordancia, que es un sistema de reglas de los accidentes gramaticales, en latín afecta a género, número, caso y persona. Ésta jerarquiza las categorías gramaticales, de tal manera que el verbo y el adjetivo adecúan sus rasgos a los del nombre con el que conciertan. Las concordancias son adjetivo/sustantivo o de verbo/sustantivo. Obsérvese el ejemplo: «Animus aequus optimum est aerumnae condimentum» («Un ánimo equitativamente bueno es el condimento de la miseria»).[7]
Mediante la construcción se sitúan los sintagmas en el discurso. En latín el orden de la frase es S-O-V, o sea, primero va el sujeto, el objeto, y al final el verbo. Esta idea de construcción supone que las palabras tienen ese orden natural; no es tan fácil de establecer en rigor. Un ejemplo de orden natural sería «Omnia mutantur, nihil interit» («Todo cambia, nada perece»).[8] Por oposición, al orden que incluye desviaciones de la norma, por razones éticas o estéticas, se le da el nombre de figurado, inverso u oblicuo, como en «Vim Demostenes habuit», donde Demostenes ha sido desplazado de su primer lugar propio.
El objeto de la sintaxis es organizar las partes del discurso de acuerdo con las normas de la lengua para expresar correctamente el mensaje. La concordancia, que es un sistema de reglas de los accidentes gramaticales, en latín afecta a género, número, caso y persona. Ésta jerarquiza las categorías gramaticales, de tal manera que el verbo y el adjetivo adecúan sus rasgos a los del nombre con el que conciertan. Las concordancias son adjetivo/sustantivo o de verbo/sustantivo. Obsérvese el ejemplo: «Animus aequus optimum est aerumnae condimentum» («Un ánimo equitativamente bueno es el condimento de la miseria»).[7]
Mediante la construcción se sitúan los sintagmas en el discurso. En latín el orden de la frase es S-O-V, o sea, primero va el sujeto, el objeto, y al final el verbo. Esta idea de construcción supone que las palabras tienen ese orden natural; no es tan fácil de establecer en rigor. Un ejemplo de orden natural sería «Omnia mutantur, nihil interit» («Todo cambia, nada perece»).[8] Por oposición, al orden que incluye desviaciones de la norma, por razones éticas o estéticas, se le da el nombre de figurado, inverso u oblicuo, como en «Vim Demostenes habuit», donde Demostenes ha sido desplazado de su primer lugar propio.
Declinaciones
Sustantivos
En latín, el sustantivo, el adjetivo (flexión nominal) y el pronombre (flexión pronominal) adoptan diversas formas de acuerdo con su función sintáctica en la frase, formas conocidas como casos gramaticales. Existen en latín clásico seis formas que pueden tomar cada sustantivo, adjetivo o pronombre («casos»):
1. nominativo: es usado cuando el sustantivo es el sujeto o atributo (o predicado nominal) de la oración o frase.
2. vocativo: identifica a la persona a la que se dirige el hablante, se podría decir que es una llamada de atención. Incluso, puede servir como saludo.
3. acusativo: se usa, sin rección de preposición alguna, cuando el sustantivo es el objeto directo de la frase, o bien como sujeto del denominado infinitivo «no concertado»; cuando va regido por una preposición, pasa a desempeñar la función sintáctica de complemento circunstancial.
4. genitivo: indica el complemento y las características del nombre (sustantivo o adjetivo).
5. dativo: se usa para señalar el objeto indirecto, con ciertos verbos y, a veces, como agente (en la conjugación perifrástica pasiva) y poseedor (con el verbo sum).
6. ablativo: caso gramatical que denota separación o movimiento desde un lugar. El latino además, incluía en él la causa, el agente, usos como instrumental, locativo y adverbial.
Además, hay restos de un caso adicional indoeuropeo: el locativo (indicando localización, bien en el espacio, bien en el tiempo), v.g. ruri, 'en el campo'. El adjetivo también tiene formas flexivas, dado que concuerda necesariamente con un sustantivo en caso, género y número
En latín, el sustantivo, el adjetivo (flexión nominal) y el pronombre (flexión pronominal) adoptan diversas formas de acuerdo con su función sintáctica en la frase, formas conocidas como casos gramaticales. Existen en latín clásico seis formas que pueden tomar cada sustantivo, adjetivo o pronombre («casos»):
1. nominativo: es usado cuando el sustantivo es el sujeto o atributo (o predicado nominal) de la oración o frase.
2. vocativo: identifica a la persona a la que se dirige el hablante, se podría decir que es una llamada de atención. Incluso, puede servir como saludo.
3. acusativo: se usa, sin rección de preposición alguna, cuando el sustantivo es el objeto directo de la frase, o bien como sujeto del denominado infinitivo «no concertado»; cuando va regido por una preposición, pasa a desempeñar la función sintáctica de complemento circunstancial.
4. genitivo: indica el complemento y las características del nombre (sustantivo o adjetivo).
5. dativo: se usa para señalar el objeto indirecto, con ciertos verbos y, a veces, como agente (en la conjugación perifrástica pasiva) y poseedor (con el verbo sum).
6. ablativo: caso gramatical que denota separación o movimiento desde un lugar. El latino además, incluía en él la causa, el agente, usos como instrumental, locativo y adverbial.
Además, hay restos de un caso adicional indoeuropeo: el locativo (indicando localización, bien en el espacio, bien en el tiempo), v.g. ruri, 'en el campo'. El adjetivo también tiene formas flexivas, dado que concuerda necesariamente con un sustantivo en caso, género y número
Literatura Latina
El cuerpo de libros escritos en latín, retiene un legado duradero de cultura de la Antigua Roma. Los romanos produjeron una extensa cantidad de libros de poesía, comedia, tragedia, sátira, historia y retórica, trazando arduamente al modo de otras culturas, particularmente al estilo de la más madura literatura griega. Un tiempo después de que el Imperio romano de occidente cayese, la lengua latina continuaba jugando un papel muy importante en la cultura europea occidental.
La literatura latina normalmente se divide en distintos períodos. En lo que respecta a la primera, la literatura primitiva, sólo restan unas pocas obras sobrevivientes, los libros de Plauto y Terencio; se han conservado dentro de los más populares autores de todos los períodos. Muchas otras, incluyendo la mayoría de los autores prominentes del latín clásico, han desaparecido, aunque bien algunas han sido redescubiertas siglos después.
El periodo del latín clásico, cuando la literatura latina es ampliamente considerada en su cumbre, se divide en la Edad Dorada, que cubre aproximadamente el periodo del inicio de siglo I a. C. hasta la mitad del siglo I d. C.; y la Edad de Plata, que se extiende hasta el siglo II d. C. La literatura escrita después de la mitad del siglo II es comúnmente denigrada e ignorada.
En el Renacimiento muchos autores clásicos fueron redescubiertos y su estilo fue conscientemente imitado. Pero sobre todo, imitando a Cicerón, y su estilo preciado como el perfecto culmen del latín. El latín medieval fue frecuentemente despreciado como latín macarrónico; en cualquier caso, muchas grandes obras de la literatura latina fueron producidas entre la antigüedad y la Edad Media, aunque no sea de los antiguos romanos.
La literatura latina romana abraza dos partes: la literatura indígena y la imitada.
* La literatura latina romana indígena ha dejado muy pocos vestigios y sólo nos ofrece fragmentos verdaderamente arcaicos e intentos de arcaísmo deliberado que proceden fundamentalmente de tiempos de la República, de los emperadores y principalmente de los Antoninos.
* La literatura latina romana imitada ha producido composiciones en que la inspiración individual se junta a la imitación más feliz, obras numerosas y elegidas que nos han llegado enteras. A veces, se han confundido las obras de origen italiano, producciones más toscas del genio agrícola o religioso de los primitivos romanos (que ofrecen un carácter más original), con las copias latinas de las obras maestras de Grecia, que ofrecen un encanto, una elegancia y una suavidad correspondientes a una civilización culta y refinada. En este último aspecto señalamos la tendencia de dos escuelas retóricas de origen griego que tuvieron gran influencia en Roma: el asianismo y el aticismo. Desde los tiempos de Cicerón estas dos tendencias estilísticas del griego entraron de lleno en latín y perduraron durante varios siglos en la literatura latina.
La literatura latina normalmente se divide en distintos períodos. En lo que respecta a la primera, la literatura primitiva, sólo restan unas pocas obras sobrevivientes, los libros de Plauto y Terencio; se han conservado dentro de los más populares autores de todos los períodos. Muchas otras, incluyendo la mayoría de los autores prominentes del latín clásico, han desaparecido, aunque bien algunas han sido redescubiertas siglos después.
El periodo del latín clásico, cuando la literatura latina es ampliamente considerada en su cumbre, se divide en la Edad Dorada, que cubre aproximadamente el periodo del inicio de siglo I a. C. hasta la mitad del siglo I d. C.; y la Edad de Plata, que se extiende hasta el siglo II d. C. La literatura escrita después de la mitad del siglo II es comúnmente denigrada e ignorada.
En el Renacimiento muchos autores clásicos fueron redescubiertos y su estilo fue conscientemente imitado. Pero sobre todo, imitando a Cicerón, y su estilo preciado como el perfecto culmen del latín. El latín medieval fue frecuentemente despreciado como latín macarrónico; en cualquier caso, muchas grandes obras de la literatura latina fueron producidas entre la antigüedad y la Edad Media, aunque no sea de los antiguos romanos.
La literatura latina romana abraza dos partes: la literatura indígena y la imitada.
* La literatura latina romana indígena ha dejado muy pocos vestigios y sólo nos ofrece fragmentos verdaderamente arcaicos e intentos de arcaísmo deliberado que proceden fundamentalmente de tiempos de la República, de los emperadores y principalmente de los Antoninos.
* La literatura latina romana imitada ha producido composiciones en que la inspiración individual se junta a la imitación más feliz, obras numerosas y elegidas que nos han llegado enteras. A veces, se han confundido las obras de origen italiano, producciones más toscas del genio agrícola o religioso de los primitivos romanos (que ofrecen un carácter más original), con las copias latinas de las obras maestras de Grecia, que ofrecen un encanto, una elegancia y una suavidad correspondientes a una civilización culta y refinada. En este último aspecto señalamos la tendencia de dos escuelas retóricas de origen griego que tuvieron gran influencia en Roma: el asianismo y el aticismo. Desde los tiempos de Cicerón estas dos tendencias estilísticas del griego entraron de lleno en latín y perduraron durante varios siglos en la literatura latina.
viernes, 10 de febrero de 2012
La fundación según la história
Fundación de Roma
La ciudad de Roma surgió de los asentamientos de tribus latinas, sabinas y etruscas, situándose los primeros habitantes de Roma en las siete colinas, en la confluencia entre el río Tíber y la Vía Salaria, a 28 km del mar Tirreno. En este lugar el Tíber tiene una isla donde el río puede ser atravesado. Debido a la proximidad del río y del vado, Roma estaba en una encrucijada de tráfico y comercio.
Alrededor del siglo VIII a. C. los asentamientos se unificaron bajo el nombre de Roma Quadrata. La leyenda cuenta que Roma fue fundada por Rómulo el 21 de abril de 753 a. C. Rómulo, cuyo nombre se dice habría inspirado el nombre de la ciudad, fue el primero de los siete reyes de Roma en haber sido elegido. Los historiadores romanos dataron la fundación en el 753 a. C., y desde esa fecha contaron su edad o calendario particular. Asimismo, también existe una teoría crítica de la fundación de Roma, aparte de la teoría legendaria. La teoría crítica, sostenida por muchos autores viene a decir que Roma surge a partir del forum romanum.
La ciudad de Roma surgió de los asentamientos de tribus latinas, sabinas y etruscas, situándose los primeros habitantes de Roma en las siete colinas, en la confluencia entre el río Tíber y la Vía Salaria, a 28 km del mar Tirreno. En este lugar el Tíber tiene una isla donde el río puede ser atravesado. Debido a la proximidad del río y del vado, Roma estaba en una encrucijada de tráfico y comercio.
Alrededor del siglo VIII a. C. los asentamientos se unificaron bajo el nombre de Roma Quadrata. La leyenda cuenta que Roma fue fundada por Rómulo el 21 de abril de 753 a. C. Rómulo, cuyo nombre se dice habría inspirado el nombre de la ciudad, fue el primero de los siete reyes de Roma en haber sido elegido. Los historiadores romanos dataron la fundación en el 753 a. C., y desde esa fecha contaron su edad o calendario particular. Asimismo, también existe una teoría crítica de la fundación de Roma, aparte de la teoría legendaria. La teoría crítica, sostenida por muchos autores viene a decir que Roma surge a partir del forum romanum.
viernes, 3 de febrero de 2012
Coloso de Nerón
El Coloso de Nerón fue una estatua levantada en la Antigua Roma, y que representaba al emperador del mismo nombre. Realizada en bronce y de tamaño colosal (unos 30 ó 35 metros), se situaba frente a la plataforma del Templo de Venus y Roma y cerca del Coliseo.
La estatua originalmente fue erigida por el emperador Nerón en el vestíbulo de la Domus Aurea. Fue diseñada por el arquitecto griego Zenodorus y en un primer momento representaba a Nerón desnudo, como Sol-Helios.
Tras la muerte de dicho emperador, la cabeza y los atributos fueron cambiados por los de Sol, permaneciendo la estatua en su posición original, hasta que Adriano la trasladó varios metros para la construcción del Templo de Venus y Roma. El Coloso se situó sobre un pedestal de mampostería recubierto de mármol. Los restos que se conservaban de dicho pedestal fueron destruidos en 1936.
No se sabe exactamente cuándo cayó el Coloso, pero lo cierto es que hacia el siglo XI d. C. los romanos habían transferido su nombre y poderes al anfiteatro próximo, el Coliseo
La estatua originalmente fue erigida por el emperador Nerón en el vestíbulo de la Domus Aurea. Fue diseñada por el arquitecto griego Zenodorus y en un primer momento representaba a Nerón desnudo, como Sol-Helios.
Tras la muerte de dicho emperador, la cabeza y los atributos fueron cambiados por los de Sol, permaneciendo la estatua en su posición original, hasta que Adriano la trasladó varios metros para la construcción del Templo de Venus y Roma. El Coloso se situó sobre un pedestal de mampostería recubierto de mármol. Los restos que se conservaban de dicho pedestal fueron destruidos en 1936.
No se sabe exactamente cuándo cayó el Coloso, pero lo cierto es que hacia el siglo XI d. C. los romanos habían transferido su nombre y poderes al anfiteatro próximo, el Coliseo

Nerón (54-68 d. C.)
Nerón asumió el trono tras la muerte de su padrastro, Claudio, gracias a las conjuras de su madre, Agripina la Menor, esposa del difunto emperador, en vez del propio hijo de Claudio, Británico, quien tenía más derecho al trono que Nerón, que era hijo de Ahenobarbo. Tras asumir el trono, el 13 de octubre, fue realmente su madre quien tomó el poder, mientras que Nerón tomaba las decisiones nominalmente. Los 5 primeros años de su gobierno fueron moderados, debido en gran parte a la influencia que en él ejercían el filósofo y su tutor personal, Séneca, y el prefecto de la Guardia Pretoriana, Sexto Afranio Burro. Entre sus medidas estuvo intentar frenar la corrupción que se había instalado en el Senado. Sin embargo, pronto quiso tomar las riendas del poder con sus propias medidas, y fue arrebatando a su madre la influencia. Agripina, enojada, intentó conspirar contra Nerón, intentando, ahora, derribar su hijo y suplantarlo por Británico. Sin embargo, Nerón, adelantándose a su madre, mandó envenenar en un banquete a Británico, acabando con el único sucesor posible, cuando éste había cumplido 14 años, el 12 de febrero de 55. Fue en ese entonces, cuando Nerón expulsó a Agripina del Palatino, la residencia imperial. Durante este tiempo, aburrido de su matrimonio con Octavia, hija de Claudio, inició un famoso romance con una de sus libertas, Claudia Actea. Tras la expulsión de su madre, su autonomía aumentó y comenzó a imponer su voluntad, reduciendo el papel de Burro y Séneca a moderadores. El 58, inició un romance con Popea Sabina, esposa del general Marco Salvio Otón. En el 59, queriendo librarse de su madre, la mandó asesinar, consiguiéndolo al tercer intento. Con ello, comenzó a bajar su popularidad. El 62, muere Burro y Séneca es acusado de corrupción, de manera que se retira de la vida pública. Después de esto, el mismo año, se divorcia y destierra a Octavia y se casa con Popea. Elige a Cayo Tigelino como prefecto del Pretorio, siendo un hábil secuaz y maléfico alentador de los planes malvados de Nerón. El 64, se produjo el famoso incendio de Roma, que destruiría por completo la ciudad. Muchos testigos aseguraron que vieron pretorianos prendiendo fuego en distintos puntos de la ciudad, y la creencia de que Nerón cantó un poema viendo el incendio de Roma, emulando el de Troya, hace levantar muchas dudas sobre el auténtico responsable del desastre. Nerón, tratando de liberarse de la inquina pública, culpó a los cristianos, que ya eran una comunidad numerosa en Roma, e inició una feroz persecución contra ellos. Las sospechas fueron confirmadas cuando comenzó una serie de remodelaciones en el Palatino, con un coste de más de 100 millones de sestercios, tras el incendio. El 65 fue descubierta una conjura del senador Cayo Calpurnio Pisón para derribarlo, por su exceso de poder y por su tiranía. Tras ser ejecutados muchos patricios, Séneca se suicidó después admiten que había escuchado de la conspiración. En esta época, muere Popea, asesinada accidentalmente por Nerón después de darle una patada en el vientre, estando ella embarazada. El arrepentimiento de Nerón se ve en su búsqueda infructuosa de un amante que la reemplazara, llegando a buscar homosexuales y travestis. Nerón se vuelve famoso por su afición a la actuación, la poesía y el canto, indignando a la aristocracia romana con sus actuaciones públicas tanto en Roma como en otras partes del Imperio. Un año antes, el 66, había estallado en Judea una poderosa revuelta aplastada oportunamente por el general Tito Flavio Vespasiano. El 60, la reina bárbara Boudica se había sublevado contra el Imperio, siendo sofocada la revuelta. Entre el 67 y el 68, el gobernador de la Galia Lugdunensis, Cayo Julio Vindex, sublevó a sus tropas contra Nerón. Lucio Vergina Rufo, gobernador de la Germania Superior, le derrotó, debiendo suicidarse. En junio del 68, el gobernador de la Hispania Tarraconense, Servio Sulpicio Galba, se sublevó y el Senado lo declaró emperador, declarando al mismo tiempo a Nerón enemigo de Roma. Nerón huyó y se suicidó el 9 de junio del 68.
Imperio Romano
El Imperio romano fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².
El término es la traducción de la expresión latina Imperium Romanum, que significa literalmente «El Dominio de Roma». Polibio fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididos en provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.
Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres Guerras Púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península Itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc
El término es la traducción de la expresión latina Imperium Romanum, que significa literalmente «El Dominio de Roma». Polibio fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididos en provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.
Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres Guerras Púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península Itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc
Información
![]() | El latín de la ciudad de Roma se impuso a otras variedades de otros lugares del Lacio, de las que apenas quedaron algunos retazos en el latín literario. Esto hizo del latín una lengua con muy pocas diferencias dialectales, al contrario de lo que pasó en griego. Podemos calificar, pues, al latín de lengua unitaria. Después, la conquista de nuevas provincias para el territorio, primero las Galias con César, hasta la de la Dacia (Rumania) por parte de Trajano, supuso la expansión del latín por un inmenso territorio y la incorporación de una ingente cantidad de nuevos hablantes. |
Paralelamente a la expansión territorial de Roma el latín se desarrollo como lengua literaria y como lingua franca, a la vez que el griego, que había tenido esta función antes. Desde el siglo III a.C., con Plauto y luego Terencio, hasta el año 200 d. C. con, entre otros, Apuleyo tenemos una forma de latín que no tiene ninguna variación sustancial.
Acabamos de mencionar el hecho de que el latín literario tuvo una unidad importante a lo largo de los siglos. Esta variedad del latín es la que ha servido como vehículo a la literatura, la ciencia y el pensamiento que Roma nos transmitió. El número de autores y obras creció de forma exponencial. Aunque esencialmente la lengua en que se expresó este latín fue la misma, se distinguen diversas etapas que son básicamente estas:
· Latín arcaico. Comprende desde el comienzo de la literatura en el s III a. C. hasta el comienzo del siglo I a. C. A este periodo pertenecen entre otros, Plauto y Terencio, autores de la comedia latina, Ennio, poeta épico y trágico, Catón autor de prosa, entre otros.
· Latín clásico. Abarca todo el siglo I a. C hasta la muerte del emperador Augusto, acaecida el 14 d. C. Son autores de este periodo Cicerón, César o Tito Livio, entre los escritores en prosa, Lucrecio, Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio entre los poetas.
· Latín posclásico. Llega hasta el año 200 d. C. Es la época de plata de la literatura latina. Entre los prosistas destacamos a Séneca, Quintiliano (ambos Hispanos), Apuleyo y Tácito; de los poetas destacamos a Marcial y Juvenal.
· Latín tardío. Desde el año 201 hasta el siglo VII se desarrolla la fase que conocemos con este nombre. Los autores cristianos cobran cada vez más importancia con obras doctrinales y de otros tipos. Entre estos destacan San Agustín, San Isidoro de Sevilla, Prudencio o Tertuliano son buenos ejemplos. De los no cristianos destacamos a Símaco, Amiano Marcelino, Ausonio, etc.
· Latín medieval. En torno al año 600 el latín dejó de ser la lengua que la gente aprendía de sus padres, pero continuó siendo la principal lengua de la literatura, la ciencia, la doctrina y el pensamiento. En este periodo el latín siguen siendo la lengua empleada por Santo Tomás, por Abelardo, etcétera.
· Latín humanista y neolatín. Pero el uso del latín no se acabó con la edad media, los humanistas lo emplearon como medio de transmisión de su pensamiento –como Erasmo de Rótterdam, Tomás Moro o Antonio de Nebrija, así como los científicos y pensadores como Newton o Descartes. En el ámbito de la ciencia y la universidad se empleó el latín hasta hace poco, así Gauss conocido como princeps mathematicorum, “príncipe de los matemáticos”, muerto en 1855 escribió parte de su obra matemática en latín. También en la diplomacia se empleaba el latín y los principales tratados internacionales se redactaban en latín hasta el s XVIII.
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